… Hoy estarás conmigo en el paraíso.
- Noel Jimenez

- 22 nov
- 13 Min. de lectura
Lucas 29:39-43. 39 Uno de los malhechores que estaban crucificados lo insultaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40. El otro, respondiendo, lo reprendió, diciendo: ¿Ni siquiera temes a Dios, estando bajo la misma condena? 41. Nosotros, en verdad, sufrimos con justicia, pues recibimos lo que merecieron nuestros actos; pero este hombre no ha hecho nada malo. 42. Y le dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43. Entonces Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Al comprender el verdadero simbolismo de las Sagradas Escrituras, se puede observar y analizar la resistencia que refleja el constante diálogo mental predominante en las mentes adormecidas. Habiendo crecido dentro de uno de los credos más populares, puedo afirmar que este pasaje bíblico era considerado simplemente un hecho histórico ocurrido hace miles de años, con innumerables sermones o explicaciones atrapados en la perspectiva limitada de la mente adámica, una mente que se sostiene únicamente por lo terrenal, por el mundo de los reflejos o efectos. Esta mente solo puede existir, ver y justificarse en el mundo de los efectos, donde se autoencierra y le resulta casi imposible contemplar la verdadera realidad que contiene la causa de todo lo que intenta comprender. En su obstinado confinamiento, siempre explicará la causa a través del efecto, es decir, el efecto es el resultado de lo que sucede para estas mentes aún dormidas. Es común que este diálogo entre Jesús y los dos ladrones, uno a su izquierda y el otro a su derecha, se explique desde la comprensión que solo permite creer en un supuesto hecho ocurrido en algún momento dentro de ese supuesto tiempo y
Espacio en la dimensión material o limitada. Dado que la Biblia es una serie de revelaciones para aquellos que desean transformarse y crecer espiritualmente a partir de nuestra verdadera esencia, tiene poco o nada que ver con el mundo de los efectos o acontecimientos históricos, ya que estos siguen siendo efectos y no causas. Por lo tanto, a continuación, procederemos a analizar una revelación que claramente simboliza o dramatiza lo que ocurre fuera del tiempo y espacio en cada mente en todo momento, y no en un pasado irreversible con personajes ajenos, como hasta ahora hemos creído.
En una dimensión que trasciende lo perceptible por nuestros cinco sentidos, se encuentra el reino de las causas, un ámbito que co-crea todo lo que experimentamos en nuestra realidad. La intención principal del profeta es, a través de hechos simbólicos, revelar el viaje de nuestra esencia. Este viaje comienza desde nuestro origen material, transcurre paralelamente por esta realidad limitada, y culmina cuando abandonamos esta dimensión para retornar a nuestra verdadera identidad. La visión de los antiguos los llevó a dramatizar este proceso mediante historias de personajes ficticios. Su objetivo no era documentar eventos históricos, sino observar y analizar durante siglos las consecuencias, tanto positivas como negativas, del uso consciente o inconsciente del poder que nos distingue del resto de la creación, un poder presente en cada individuo. Es importante señalar que estas consecuencias se evalúan desde la observación, sin juzgar ni condenar, simplemente como experiencias que completan un ciclo. Corresponde a cada persona evaluar estas experiencias para perfeccionar el reino de las causas según sus propios deseos. Todo se convierte en una revelación; ese era precisamente el deseo de los antiguos: mostrar a través de los sentidos quiénes somos realmente. Una vez que los sentidos son superados o sus imposiciones eliminadas, la única verdad se revela.
No existes en esta dimensión de tiempo, materia y espacio por obligación o mandato, sino por tu propio deseo de experimentar esta vivencia que llamamos vida. Aunque resulte casi imposible recordar que en algún momento elegiste existir en este plano terrenal, así fue, y ahora estás aquí, olvidando quién eres realmente y percibiendo todo lo que sucede a través de tus cinco sentidos, que pertenecen a este mundo y no al lugar de donde provienes. ¿Puedes comprender eso? Muy bien, aunque tu mente lógica y analítica intente imponer razones y pretenda saber qué hacer, cómo ocurren las cosas y por qué, etiquetando situaciones como casualidades, milagros o cuestiones de suerte, créeme que todo eso tiene poco o nada que ver con lo que experimentamos y cómo lo hacemos. La única fuente creadora es tu conciencia y lo que dentro de ella sostienes como cierto o falso, posible o imposible. Aunque para esa conciencia nada es verdaderamente cierto o falso, posible o imposible, eres tú quien, a través de creencias y sentimientos, impone límites y, por tanto, cosechas lo que siembras. Nuestra capacidad de imaginar y sentir es ilimitada; en este momento podrías trasladarte de un lugar a otro en un instante solo con el poder de imaginar y sentir. Podrías transformar en tu mente cualquier situación, sea agradable o desagradable, y cambiar la forma en que la sientes. Lo hacemos frecuentemente mientras estamos despiertos, o al menos mientras tus cinco sentidos están activos. Sin embargo, somos seres de mala memoria y rápidamente olvidamos esos estados imaginados o imágenes sentidas. Puede que uno o varios de esos estados, vividos solo en tu conciencia, lleguen a ser tan intensamente sentidos que no encuentren resistencia en la realidad, impregnando tu ser interno hasta que la actitud y el sentimiento en ti se manifiesten como si lo imaginado ya fuera una realidad objetiva. De ahí a su cumplimiento objetivo solo es cuestión de tiempo. Como hemos visto en otros capítulos, importa poco si lo haces consciente o inconscientemente, si es bueno o malo, posible o imposible, puro o impuro; lo único relevante es que lo hayas aceptado como verdad. Por supuesto, lo correcto sería utilizar ese poder de forma consciente para dirigirlo hacia nuestros mejores propósitos, pero pocas veces es así. Nos debatimos en acontecimientos o resultados que nos limitan o privan de alcanzar nuestros verdaderos deseos, e incluso nos impiden despertar de la inconsciencia para remover los velos falsos y ver con claridad lo que cosechamos. ¿Por qué? No lo sé. ¿No se nos educa correctamente sobre nuestra verdadera naturaleza y se nos manipula con engaños? No lo sé. Tal vez eso no importe, pues eres libre y no esclavo de normas y doctrinas. Aunque hasta ahora pienses que alguien dicta lo que se debe o no se debe hacer para alcanzar el reino de los cielos, recuerda que la Biblia también fue escrita para liberarte de falsas creencias y falsos profetas. Al igual que todo lo escrito allí, estas falsas creencias y falsos profetas no están en el pasado, sino que están presentes a tu alrededor ahora mismo. La mayor artimaña del ser humano siempre ha sido usar su mayor fortaleza en su contra.
El profeta comprendía claramente el debate entre la conciencia despierta y la mente dormida. Entre estas dos, el único poder existente responde de igual manera a tus mandatos, los cuales ejecutas a través de creencias y sentimientos. Reitero: creencias y sentimientos que tu ser interno acepta y alimenta, ya sea de manera consciente o inconsciente. Esto es irrelevante, ya que el poder solo obedece a lo que crees y sientes, sea bueno, malo o indiferente, y seguirá la orden al pie de la letra. Ambos estados mentales se representan como ladrones: uno ha despertado y reconoce que en la conciencia suprema o infinita no hay pérdida ni condenación cuando se le reconoce como su único Salvador. El otro, aún dormido, continúa robando todo lo que deseas; en ese sueño inconsciente, le resulta imposible y molesto aceptar que su Salvador reside en el centro y dentro de su ser. En su temor y soberbia, desafía con burla a que demuestre ser quien dice ser, lo cual es la peor de las actitudes. Es como sembrar piedras en un terreno fértil y luego quejarse de no ver hermosas plantas florecer, culpando a otros, al destino, a la vida, a las circunstancias, a un supuesto dios, a la mala suerte, etc., sin jamás mirar dentro y reconocer que se cosecha lo que se siembra en esa conciencia virgen y fértil mediante creencias, imágenes y sentimientos. Aunque sorprenda, esta actitud del ladrón aún dormido es común en millones de personas que esperan una salvación en un futuro cercano o lejano, sin importar su estatus social, credo religioso o cualquier otra denominación impuesta por el mismo hombre de mente dormida.
Regresemos al diálogo. Aquí, este diálogo de la mente adormecida se realiza en tiempo presente. Generalmente, estas revelaciones proféticas se expresan en presente, como si ya fueran una realidad. Es crucial tener esto siempre en mente. Para lo que llamamos Dios, el pasado, presente y futuro son una sola entidad: un presente infinito. Es difícil comprender esto desde nuestra dimensión limitada, pero fuera de aquí, así es. Desde esa dimensión creativa donde opera Dios, es igualmente incomprensible que existan denominaciones como pasado, presente o futuro, ya que ahí todo se manifiesta como un presente constante. Llamemos "presente" a esa medida de tiempo, que es lo más que nuestra mente limitada puede entender, aunque en realidad es el infinito que causa el efecto inmediato. Aún no ha ocurrido ni ha sido determinado, a menos que así lo creas y decidas actuar como si poco o nada pudieras hacer al respecto. Este infinito causante, como me gusta llamarlo, es inmediato. Se mueve a una velocidad máxima que no puede ser medida y actúa en un parámetro de tiempo muy superior a lo que conocemos como un instante inmediato, como si pudiera estar en varios lugares al mismo tiempo, pero no es así. Se desplaza de un punto a otro tan rápidamente que todo sucede en este mismo instante presente. Desde este plano físico, es difícil comprender o demostrar que así es, pero lo importante es que todos somos "víctimas", por así decirlo, de ese efecto del infinito causante. Constantemente estamos co-creando nuestras experiencias de vida. Si esas experiencias, según tu criterio, reflejan un pasado ya vivido e inalterable, entonces vives anclado en las mismas creencias, imágenes y sentimientos que, en algún lugar de lo que llamamos pasado, co-crearon situaciones idénticas a las que sigues repitiendo. De igual forma, si sigues creyendo y sintiendo en referencia exacta a esos hechos pasados, convencido de que así debería ser, entonces prepárate, pues el futuro que estás co-creando hoy reflejará a imagen y semejanza lo que sigues sosteniendo. Aunque puedes dejarlo ir, sigues alimentándolo con creencias, imágenes y sentimientos, ya sean buenos, malos o indiferentes. Nuevamente, te digo, no es un círculo determinista que trae a tu vida más de lo mismo por cuestiones de suerte, casualidades o infortunios de los cuales no se puede escapar, y muchos prefieren rendirse ante sus deseos y aceptar la vida tal como es. ¡Nada de eso! Es la programación interna la que es determinista. Esta programación ha establecido una identidad de lo que crees ser y, a su vez, ha forjado una actitud. En programación limitante, identidad limitante. No se puede avanzar en esta vida hacia metas y objetivos en pos del avance personal si se carga con una actitud concebida bajo programaciones limitantes. Podríamos citar innumerables casos de grandes personajes que, contra todo pronóstico, salieron adelante y manifestaron sus más puros deseos en pos del crecimiento personal y mundial. Estas personas, conscientes o no de la importancia de rectificar en todo momento creencias, imágenes y sentimientos, lograron adoptar la actitud que se identifica con el cumplimiento de esos deseos. Estos sabios antiguos lo descubrieron hace miles de años y lo revelan en las citas proféticas: la actitud de cómo sería tu vida si ya fueras lo que deseas ser, esencia causante del efecto inmediato. Es la petición o deseo del ladrón en la cruz, quien fija su única esperanza en el verdadero y único Salvador. ¿Qué tan causante es esa esencia? A imagen y semejanza. ¿Qué tan inmediato? Ya lo es en la dimensión desde y donde opera Dios.
Para nuestra mente lógica y analítica, la idea de que co-creamos o atraemos todo a través de nuestras creencias, imágenes y sentimientos puede parecer poco creíble. Nos resulta difícil aceptar esta noción, prefiriendo confiar en la lógica, la fuerza y el esfuerzo para lograr nuestros objetivos. Sin embargo, ciertos profetas descubrieron que esto no es así. Al observar experiencias, aunque diferentes a las actuales, pudieron reconocer el poder presente en nuestras conciencias y su desapego de las limitaciones del plano objetivo. Aceptar esta perspectiva es complicado debido a nuestro limitado conocimiento. La concepción de Dios como entrega y desapego difiere enormemente de la idea de un ser que se apiada de nuestras penas y nos recompensa o castiga según nuestros actos. Esta visión de Dios es una de las más limitantes que el hombre ha enseñado, y paradójicamente, es la que inspiró a los sabios antiguos a escribir obras que invitan a despertar y liberarse de estas ataduras. Estas creencias limitan al ser humano, llevándolo a esperar que un supuesto amor divino resuelva sus problemas. Esta forma de pensar es un gran obstáculo, ya que no representa el amor, y mucho menos el amor divino. Estas condiciones son impuestas por los hombres, sin relación alguna con Dios. El amor verdadero es divino, y lo único divino es el amor. En esta entrega, Dios actúa como un causante infinito, reaccionando directamente a lo que ordenamos o sembramos con nuestras creencias, imágenes y sentimientos. Lo que hemos vivido hasta ahora importa poco; lo crucial es lo que sostenemos con nuestras creencias, imágenes y sentimientos en este momento. Repetimos un pasado indeseable o co-creamos un futuro similar, lo que realmente importa es lo que mantenemos en nuestras mentes. Usamos términos como suerte, casualidad, destino y milagros, que nos privan de reconocer nuestro verdadero ser, creyendo que alguien más controla nuestras vidas. Lo importante es: ¿en qué basas tus creencias, imágenes y sentimientos en este momento?, ¿en el pasado o en tus deseos? Ahí radica la diferencia. Si fueras Dios, y lo eres, ¿cuál de las dos situaciones elegirías? Dos caras de la misma moneda, dos realidades con igual potencial creativo a tu disposición para que decidas cuál escoger. Enfoca tu atención y avanza sin mirar atrás (Lucas 9:62). Tú eliges, nadie más puede hacerlo por ti. Ambas realidades -lo vivido y lo que deseas cambiar- están siempre presentes, una te limita y la otra te ofrece lo que deseas. Puede que tu atención esté enfocada en creencias y experiencias pasadas que te limitan, pero puedes tomar control de tus creencias y sentimientos y dirigirlos hacia el cumplimiento de tus deseos. Al hacerlo, recibirás una respuesta inmediata: “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. Desde ahora, puedes experimentar cómo sería tu vida con tus deseos cumplidos. ¡Puedes hacerlo! Has creado tu realidad actual de esta manera, y me tomó años de experiencias comprobar que siempre es así. Lo que los antiguos llamaban Dios es tu Super Conciencia, una energía presente en toda la creación que alimenta lo que crees y sientes como cierto. Esta energía no distingue entre lo consciente e inconsciente, ni entre lo bueno y lo malo. Aunque parezca contradictorio, todo ha sido creado por él y para él (Deuteronomio 32:39), y tú eres quien elige, no él. Aquí radica la diferencia con los credos humanos, que enseñan a rogar a un ser externo por ayuda. Debes usar tu poder para situarte conscientemente en lo que realmente deseas.
Esta representación de Jesús en la cruz con los dos ladrones, uno a su izquierda y otro a su derecha, ejemplifica el diálogo interno dramático con el que enfrentamos experiencias en este plano objetivo. Tanto aquellas experiencias vividas que seguimos repitiendo, como las que deseamos vivir pero parecen inalcanzables. La primera, si es escuchada y tomada como verdad, puede robar para siempre lo que la segunda propone como un cambio deseado, impidiendo que sea experimentada. Estamos aquí como parte de nuestro propio deseo de experimentar; de lo contrario, no estaríamos aquí. Esta experiencia puede ser muy buena, buena, mala o muy mala, según el enfoque realista del que vive bajo etiquetas, desde lo espiritual no estoy seguro si esto es así, pero lo que sé es que debemos entregarnos, observar y cuidar como el mayor de los tesoros ese poder creativo infinito dentro de nuestras conciencias para tomar decisiones sabias sobre los pensamientos sentidos y acogidos como ciertos, algo que hacemos cientos de veces al día sin darnos cuenta. Eres el centro de ambos polos; en cada situación contamos con ambas polaridades. Para experimentar nuestro poder espiritual, nos movemos de experiencia en experiencia, midiendo así nuestro grado de conciencia y crecimiento espiritual, o al menos así debería ser. En ese movimiento, co-creamos lo que llamamos vida, lo que vivimos y hemos vivido. En lo más profundo de la conciencia humana, todo se archiva; guardamos creencias y experiencias que muchas veces no nos sirven más que para seguir experimentando algo que no nos agrada. Podrías pasar así cien años y al final decir: esas fueron mis experiencias. No pasa nada, te llevas esos recuerdos (de una manera diferente a lo que conocemos como recuerdo) y creencias como el ADN de tu conciencia. También podrías observar, cuidar y dar uso correcto a ese poder dentro de ti para co-crear en tu vida el polo opuesto de lo que no te agrada y situarte en una realidad deseada y, por ende, muy diferente. Cuando lo haces de forma consciente, trasciendes una realidad indeseada a una deseada y, al hacerlo conscientemente, tu nivel espiritual crece y se fortalece más y más. En cada rectificación exitosa, te darás cuenta de quién realmente eres y que ese Dios vive en ti. Te vuelves más consciente y lo conoces cada vez más. Eso es crecer espiritualmente, así de simple, aunque hoy en día tenemos miles de definiciones que solo sirven para enredar, confundir y adormecer. Cuando logres transformar cualquier situación indeseada desde tu poder interno, podrás comprender lo que intento explicarte. Ahora has alcanzado un grado de conciencia más alto y puedes seguir creciendo gracias a esa energía Divina que alimenta tu conciencia. Sin embargo, eres tú quien decide; siempre estás en control de lo que te agobia y de lo que deseas. Recuerda que no puedes servir a dos amos al mismo tiempo. No puedes acoger un sentimiento de algo que deseas como si ya fuese tuyo y, a la vez, mirar atrás y arrastrar de nuevo carencias y calamidades. Ya se te dijo en muchos pasajes bíblicos: sé fuerte y confía, deshazte del miedo, del apego a ideas y creencias que solo encarecen tu vida. Solo así se alcanza la verdadera salvación. ¿Qué salvación? La transformación que deseas dar a una situación indeseada que condena tu existencia a las cadenas del miedo, del ego y del empobrecimiento espiritual. Los sabios de la antigüedad sabían bien que una experiencia manifestada como prueba a tu poder espiritual, en la que no trascendemos desde lo que verdaderamente somos, se convierte en una experiencia condicionada a ser superada por y mediante ese único poder. En otras palabras, cuando sabes quién realmente eres y enfrentas un desafío o contemplas un deseo, si permaneces en esa vivencia no deseada, entonces estás para siempre condicionado a vivirla una y otra vez, hasta que rectifiques tu poder interno y transformes tu vida desde y bajo la voluntad Divina. ¿Qué voluntad Divina? La que te da el poder de imaginar y sentir, visualizar y estar en un cielo y una tierra nueva, Apocalipsis 21:1. En otro capítulo hablaremos de la Voluntad de Dios, pero la voluntad Divina está muy ligada al amor Divino. Recuerda que el amor Divino es sinónimo de entrega; ese poder se entrega por completo a todo lo que asumes como cierto sin discutir ni un segundo sobre ello, simplemente acepta y entrega. ¿Puedes seguir esa voluntad de aceptación y entrega confiado de que ya estás hoy mismo en el paraíso gozando de la salvación que tanto anhelas? Si es así, entonces ya estás adoptando la actitud de quien pasa de ser ladrón de sus propios deseos a ser salvado por quien siempre ha estado dentro esperando ser tocado, para unirse como uno solo con lo que desea ser. Este es el acto simbólico de la crucifixión.
Noel Jimenez




Comentarios