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Foto del escritorNoel Jimenez

Hacer la voluntad de Dios.

Mateo 7, 21. -No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.


Debemos primeramente conocer la verdad del mensaje bíblico para después poder entender el mensaje en sí. Si tenemos el concepto erróneo de quien es Dios y en dónde está ese Dios, entonces por supuesto también tendremos el entendimiento erróneo de la verdad. De ahí se han derivado infinidad de ideologías, y se han publicado otro tanto de información que pareciera llevar más a una desarmonía interna que al conocimiento de esa verdad en el ser humano. Millones de personas entienden que hacer la voluntad del Padre Celestial es comportarse de la forma que su credo lo autoriza, así podemos ver innumerables experiencias de cómo las personas van por la vida considerando esto malo y esto bueno, y otra persona considera esto bueno y esto malo. Juzgan, critican y condenan el comportamiento de otros constantemente, pues todos están sujetos a lo que su credo en común ordene de acuerdo a la idea que tienen de Dios, hasta ellos mismos se sienten mal por hacer algo que se considera “pecado”, arrastran culpas y conflictos internos toda una vida por haber según ellos hecho o deseado algo en contra de ese Dios. Claro ejemplo sucede con el conflicto que muchas personas conciben internamente cuando se desea adquirir riquezas o bienes materiales, o cuando se sufre en una relación conflictiva, o cuando desean una mejor salud o nivel de vida. Actúan bajo esa programación, sin el mínimo cuestionamiento de si están en lo cierto o no, pueden estar pasando situaciones desagradables una tras otra, y aún así siguen creyendo en la idea equivocada de Dios, sin cuestionar siquiera, pues somos seres de hábitos y costumbres, y por más obvio que parezca tener un concepto equivocado que no nos lleva al sentimiento deseado ni a la manifestación de nuestros deseos, seguimos aferrados a esa idea pues tenemos miedo de confiar en nuestro propio poder, en el Cristo que habita en nosotros, esa ha sido su promesa estar en nosotros por siempre, muchos siguen en sus credos por miedo a la inseguridad que creemos poder sentir al no pertenecer a ciertos grupos. Claramente por no recibir las instrucciones adecuadas de cómo Dios puede manifestar cualquier deseo de sus hijos. Tenemos miedo de vivir la vida que merecemos tal y como lo deseamos, pues de alguna manera hemos aceptado la idea de que en la carencia y el sufrimiento existe alguna virtud divina. Todo esto tiene su lado bueno pero también su lado muy malo.

Cierto que debemos tratarnos y tratar a los demás con deseos y actos que solamente nos llenen y expresen gozo y alegría, tanto en el pensamiento, la palabra como en las obras. Siempre con la regla de tratar a los demás como quisiéramos ser tratados y tratarnos a nosotros mismos como tratamos a nuestro mejor amigo. Y por supuesto, también velar o estar atentos que los demás expresen solamente aquello que les traiga armonía y gozo a sus vidas y las de los que les rodean. Pero de ahí a llegar a considerar que la voluntad del Padre Celestial es que aceptes de ciertas doctrinas lo que es bueno y malo y lo apliques a tu diario vivir, existe un abismo que el mismo hombre ha creado, el poder de tu conciencia es el mayor de los poderes pues proviene de Dios, sino lo sabemos usar puede convertirse en el mayor de nuestros enemigos. Lo único que Dios te pide es que estés siempre en armonía, devolver al odio con amor, a la violencia con paz, que veas en cada persona la imagen más allá de las apariencias de lo que tú mismo también eres, una gota del infinito Poder Divino. Más que un mandato es una Ley, debes recordar que la vida es el negocio de dar y recibir, lo que das recibes tarde o temprano, lo que se siembra se recoge, tan claro y real como la ley de la gravedad. Tu debes hacer tu trabajo de pensar, sentir, hablar y actuar solo lo bueno, solo lo que esté en concordancia con Jesucristo, quien se convierte en el fruto del amor del divino, el amor de Dios, la esencia presente en el espíritu de todo lo bueno que deseas, desde ahí observar y estar atentos a que los demás hagan lo mismo. No debes juzgar ni condenar a nadie, puede que tengas que mantener distancias de personas que aún no comprenden, y por ende expresan malestar para ellas mismas y su entorno, pero tu trabajo es siempre el mismo, usa tu pensamiento y sentimiento para ver a esas personas expresando sólo lo que manifieste todo lo bueno que Dios ha creado. Desear lo bueno es sentir salud en lugar de enfermedad, abundancia en lugar de pobreza, amor en lugar de odio, comprensión en lugar de rechazo, cariño en lugar de desprecio, respeto en lugar de crítica, bienestar en lugar de preocupaciones, sabiduría en lugar de ignorancia, paz en lugar de violencia, discernimiento en lugar de duda, valentía en lugar de temor, y de ahí repito: pensar, sentir, hablar y actuar conforme a esa cualidad. Si tomas un momento y observas las cualidades positivas y negativas que acabo de mencionar, te darás cuenta que lo positivo pertenece a tu espíritu, al sentimiento central de lo bueno que deseas, al amor de Dios, y todas las cualidades negativas pertenecen a tus cinco sentidos, a la realidad en las que has caído por no actuar de forma consciente con el poder que se te ha sido otorgado. Porque Dios es amor y porque tu eres un ser espiritual a prueba constante para expresar ese amor divino, entiendes?

Entonces, ¿qué es hacer la voluntad de Dios? Hacer la voluntad del Padre Celestial es mucho más difícil o complejo que saber comportarse bien, va mucho más allá del entendimiento de muchas doctrinas. La idea de pecado, de lo bueno y lo malo que se nos ha enseñado no es siquiera la cuarta parte de lo que Jesucristo nos llama a hacer. Primeramente debemos recordar que Dios está dentro de nosotros. El reino de los cielos donde está el Padre Celestial está dentro de nosotros, Lucas 17:21,- ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre (dentro debería ser la palabra adecuada) vosotros. Mantener la idea que Dios está en algún lugar lejano al nuestro es como otorgar nuestro poder a manos ajenas, es entregar ese poder y nuestra atención a un ser inexistente por el cual pasamos a ser un lío de indecisiones y contradicciones. Que si esto estará bien, que si me conviene, que si el sacrificio, que si la penitencia, que la culpa, que Dios se comunica con los más santos, que no lo merezco, que el reino de los cielos después de la muerte, en fin un sin número de ideas erróneas que de no ser cambiadas no podremos concebir en nuestra conciencia la voluntad del Dios verdadero.

Te parecerá confuso asimilar que Dios ha creado tanto lo bueno como lo malo, y, ¿cómo puede ser esto cierto? Bien simple, tu eres el creador o mejor dicho co creador de todas tus experiencias, pues toda la creación ha sido terminada, tu escoges donde te ubicas, lo haces cada vez que sientes y te enfocas en una determinada experiencia, poco importa si eres consciente de ello o no. Pareciera que estamos de acuerdo que de todo lo “malo” que nos pueda suceder la muerte es lo único que no tiene solución. Al ser un ser espiritual es imposible que la muerte sea el final, por ende todo lo que experimentamos no es ni bueno ni malo, simplemente es lo que somos conscientes de ser, te repito te des cuenta de ello o no. La diferencia está en el Amor Divino, debes saber que el Amor Divino refleja y manifiesta en tu ser, únicamente lo que te conviertes al ser o tener cada deseo que haga a tu alma evolucionar hacia una mejor versión de ti mismo, que te haga comprender que tu única salvación para transformar tus deseos en realidad yace en la conciencia de lo que eres. No puedes olvidar por ningún instante, que puedes experimentar cualquier cosa que desees, pero debes estar atento a que ese deseo sea para la evolución armoniosa de ti y de los que te rodean. Pues no es el deseo en sí lo que determina tu evolución sino en la persona que te conviertes al adquirir ese deseo. Es la esencia de lo que conscientemente eres, no lo que posees en sí, sino quien en realidad eres?, debes comprender que tu declaración de lo que eres es tu condena o tu salvación. Y, de ahí en adelante pensar, sentir, hablar y actuar conforme a lo que crees que eres, mmmm…, entiendes?

Vamos a ver, una persona puede tener el deseo de adquirir abundancia económica, y se le es concedido. El dinero no se cataloga bueno o malo, simplemente es un medio y como tal debe saberse emplear y saber relacionarse con él, saber expresarse bien y tener la sabiduría para su uso. Es como usar un puente, un puente que cargas para llegar a mejores lugares, para atravesar abismos y llegar a donde deseas, verdad que nunca jamás tratarías mal a ese puente, ni lo condenarias, ni hablarias mal de él, ni lo negarias delante de otros. Pues bien entonces ten cuidado de como te expresas. En este caso esa persona llega a ser o se convierte en alguien al manifestar su deseo de riqueza. Por ende, lo que llega a expresar de lo que cree ser es lo que determina si su deseo le trae evolución o perdición a su alma.

Sabiendo que podemos situarnos en lo bueno o en lo malo mediante la concepción de lo que creemos que somos, esa concepción que todos llegamos a albergar sin prueba alguna de la realidad objetiva, entonces lo más sabio sería situar nuestro sentimiento, nuestro espíritu en todas esas cualidades antes descritas que se identifiquen con todo lo que traiga gozo, alegría y evolución a tu verdadero ser. El que logra situarse de forma consciente en el sentimiento de lo que desea y de ahí piensa, siente, habla y actúa, conforme a la aceptación de ese deseo, nunca jamas abandonaria ese estado pues sabe que esa es su única salvación que tarde o temprano revelará en la realidad lo que en ese estado concibió, albergo, alimentó y dio a luz. Toda experiencia revela una concepción.

Para hacer la voluntad de Dios de acuerdo al amor que él tiene por nosotros, debemos actuar de forma consciente y definir exactamente qué clase de personas deseamos ser y de ahí desear todo lo bueno que Dios ha creado, salud, abundancia, amor, sabiduría, comprensión, bienestar, paz, en fin todo lo que sea fruto de ese Amor Divino. Una vez que internamente sin la ayuda de la realidad objetiva, deseamos ser una nueva-mejor versión de nosotros mismos y olvidamos, enterramos esa conciencia de lo que éramos y que nos traía experiencias desagradables, para concebir ser el árbol que producirá los frutos que deseamos, ( Juan 3:3, - Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios). Entonces podemos conforme a ese deseo amoroso hacer la voluntad del Padre Celestial, esa voluntad es pensar, sentir, hablar y actuar como la persona que seríamos si ese deseo ya fuese real en este momento. Independientemente de lo que tus cinco sentidos te digan, recuerda que esa versión de la realidad que tanto te disgusta o que tanto quieres cambiar, pasa a ser la versión que ha muerto, la versión enterrada, de este momento en adelante has “nacido” de nuevo, serás testigo en lo invisible y visible del poder del reino de Dios, solo que ahora de forma consciente hacia lo que en verdad deseas.

Esto requiere “cerrar” la puerta y mantenerte en secreto con el sentimiento de estar ahí en lo que deseas. Podrías estar pensando que no es fácil, a lo largo del día te darás cuenta que no es fácil, pero déjame decirte algo en lo que quiero que medites: siempre lo estamos haciendo, solo que la mayoría de las veces no nos damos cuenta que lo estamos haciendo, aún más no nos damos cuenta que lo estamos haciendo en contra de lo que conscientemente desearíamos, por ejemplo cuando vemos noticias y alcanzamos el temor y el sentimiento de un mal suceso, que pasaría si me sucede a mi o a un ser querido?..., cuando escuchamos las preocupaciones de otras personas y decimos a nosotros mismos, - a mi también me preocupa esa situación! ¿Qué voy a hacer, qué será de mi familia?..., cuando una plaga amenaza al mundo, llegamos a aceptar como nuestro el deterioro de la salud con tan solo escuchar que otros lo están experimentando… Siempre estamos siendo obedientes a alguno de los dos estados, el malestar o el bienestar. Claro está que pareciera que somos más obedientes a la voluntad del malestar que a la del bienestar. En las sagradas escrituras hay una frase que muestra una gran verdad cuando se trata de ser fiel al bien, al Cristo que habita en nosotros, Juan 8: 23-24, -Ustedes son de aquí abajo —continuó Jesús—; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues, si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán. Tu conciencia y espíritu de lo que realmente eres no es de este mundo, eso claro lo deberíamos de tener, entonces declararse seguidor de Jesucristo supondría creer sin duda alguna que él es quien dice ser, creer en quien el dice ser también supondría expresar todo lo que llene de gozo y alegría cada deseo que tengas, pues de lo contrario estaríamos siguiendo a los de este mundo, debemos decidir, no podemos servir a dos amos al mismo tiempo. Si buscamos conseguir lo que deseamos siguiendo la voluntad del malestar moriremos en nuestros pecados, pues cada intento en hacer la voluntad del malestar llevará a otro malestar, y así una y otra vez. Esto sucede porque el malestar no se alimenta de lo bueno, el malestar se alimenta de la duda y el miedo, los cuales son de este mundo, no podrán nunca seguir a Jesucristo al reino de los cielos. Te daré un ejemplo bien sencillo, vas al mercado y compras un puñado de semillas sin ver la clase de semillas, y sin cuestionar por un momento si son las semillas que deseas, lo único que deseas es comer manzanas, siembras esas semillas y sigues con tu vida. Cuando llega el tiempo de cosecha te das cuenta que al cortar el fruto no tienes en tu mano una manzana pero tienes un limón. ¿Qué haces? ¿Lo qué hacen la mayoría de personas?... maldecir?, culpar a otros?, cuestionar a Dios? Lamentarse de su mala suerte? culpar la situación mundial?, culpar a los que no son de su agrado?, culpar a su situación actual? eso harías? O, aún peor, tratarías de corregir la situación desde lo que dicen tus cinco sentidos y los sabios del mundo? ¿Qué harían esos cinco sentidos y los sabios del mundo? Muy simple, revertir el proceso a la fuerza, con soluciones y sugerencias que agradan a tus cinco sentidos solamente, pero no a tu ser interno. En este caso cortaron todos los limones y en su lugar colocaron flores de un árbol de manzanas en el árbol de limón. Sabes lo que sucedió… ese árbol nunca jamás producirá el fruto deseado. En cada intento de producir manzanas morirá, fracasará, pues su esencia nunca podrá ser cambiada, a no ser que su amo o seas tú, vaya y en su lugar siembre las semillas correctas, iniciando el proceso desde la siembra en lo oscuro de la tierra, lo cual en su momento perfecto te producirá el fruto deseado. Así mismo sucede con aquellos que en su realidad objetiva tratan de revertir la situación indeseada, como desesperados correrán de un lugar a otro y tomarán una y mil soluciones todas visibles, desfallecerá en sus intentos. Solo aquel que en verdad puede “sembrar” en lo invisible y seguir la voluntad de esa siembra, de esa certeza de lo que por ahora no se ve, podrá ver las maravillas del reino de Dios.

Sin fe es imposible agradar a Dios, así mismo la fe es también característica del que hace la voluntad de Dios, pensar, sentir, hablar y actuar dando lo mejor de sí mismos con la concepción interna que ya eres eso que tanto deseas ser, pero que por ahora permanece invisible en la dimensión oculta del poder de Dios, viviendo en una indiferencia total a todo lo que en su mundo externo no esté en armonía con ese deseo, siguiendo adelante con la felicidad de quien ya ha recibido su regalo. Decide quien realmente deseas ser, entierra tu vieja versión y nace de nuevo. En ese nuevo nacimiento obedece con todas las fuerzas de tu corazón el sentimiento que experimentas al ser el árbol que produce los frutos que deseas, sea cual sea el área en que deseas esos frutos: amor, salud, abundancia, profesionalismo, relaciones sociales, familia, espíritu. De esa forma hacemos la voluntad de Dios, pues él desea darte todo lo que tu deseas. Pero si no seguimos esa voluntad estamos entonces obedeciendo la voluntad de la duda y el miedo, la voluntad del malestar, y en cada intento de adquirir un deseo estaremos expuestos al sacrificio y a la lucha constante, lo cual genera los altos índices de estrés y ansiedad por los que están pasando millones de personas, generando desgaste irreparable tanto físico como mental, y en muchos casos se arriesga a recoger el fruto indeseado. Lo podemos observar y escuchar a diario, millones y millones de experiencias desagradables, irónicamente volviendo al ser humano en contra de sí mismo, de los demás o inclusive de Dios.


  • ¿Puedes afirmar ser en este momento quien deseas ser? ¿Puedes desde ya ser el árbol que dará los frutos-deseos que tanto anhelas ser y tener?

  • Es fácil entonces hacer la voluntad del Padre Celestial? Que opinas?

Tu mentor, Noel.




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